Desde Macael nos desviamos por una carretera que trepa por las laderas del Barranco del Agua (Sierra de los Filabres), hasta el pueblecito de Laroya.
Vueltas y vueltas de la carretera que permiten ir ganando altura, atravesando un entorno donde destacan algunos cortijos aislados.
De pronto surge ante nosotros este breve pueblecito, cobijado en un recodo de la montaña. Tan sólo unas pocas viviendas lo componen, destacando sobre todo la iglesia.
Te animamos a que dejes tu coche a la entrada del pueblo, ya que éste se hace inútil en las diminutas callejuelas que lo conforman. A la entrada al pueblo puedes encontrar una gran era circular que hace las veces de aparcamiento.
Recorre este minúsculo caserío y admira este apartado rincón de la Sierra de los Filabres, donde todavía hoy, sus gentes trabajan los bancales que rodean la aldea.