El Palacio de Almanzora es un edificio de arte neoclásico más destacado de toda la provincia de Almería. Tuvo su origen en el siglo XVIII cuando en el marquesado de Los Vélez, se decidió dividir en tres zonas administrativas su área geográfica.

Construyeron el edificio en Almanzora y contaba con graneros para recogida de cereales, almazara, áreas de vivienda y áreas administrativas, aprovechándose posteriormente el edificio principal, como casa solariega de las familias de los Marqueses de Villafranca y del Marqués de la Romana.

A mediados del siglo XIX, el Palacio de Almanzora fue adquirido por Don Antonio Abellán Pañuelas, de Cuevas de Almanzora. En 1872 fue nombrado Marqués convirtiéndose así en primer Marqués del Almanzora. Éste mandó ampliar considerablemente el edificio principal añadiéndole nuevas dependencias y convirtiéndolo en un palacio, dándole el aire neoclásico que estaba de moda en las construcciones de la época.

El Palacio de Almanzora consta de un pabellón principal con dos alas en escuadra, que dejan en el centro un patio en honor. Tanto el pabellón principal como el ala izquierda, albergan las distintas estancias utilizadas para vivienda mientras que el ala de la derecha es ocupada por la capilla, la cual tiene entrada por el patio de honor, dispensándose su planta rectangular  de forma perpendicular al eje del patio así como las caballerizas, la almazara y demás dependencias para servicios.

La fachada externa del patio de honor está realizada en ladrillo visto, con decoración de mármol blanco, y en el centro, un arco de medio punto sobre pilastras encuadrado por elementos similares. Una cornisa en línea quebrada bordea todo su perfil. En el centro se encuentra el escudo de Armas de Abellán, el cual consta de un manto del que pende el escudo de Carlos III.

El interior del Palacio de Almanzora al que se entraba por una puerta de sólida madera tallada se encontraba un amplio vestíbulo por el que se pasaba al resto de las dependencias. Algunas habitaciones conservan numerosos elementos decorativos como zócalos pintados imitando la textura del mármol, alegres colores en las paredes y techos con dibujos diversos.

 

UNA HISTORIA SOBRE EL PALACIO DE ALMANZORA

Por Miguel Angel Alonso Mellado

El 13 de abril de 1914, fallecía en su Palacio de Almanzora la que había sido el «Pan de los Pobres» del Levante y el Almanzora durante medio siglo.
Comentaban los mayores del lugar que cuando el Marqués de Almanzora llegaba al poblado por un lado, la Marquesa salía por otro. Un chascarrillo que ha sido recordado durante décadas y que servía para describir el ímpetu de una de sus vecinas más ilustres.
Catalina Casanova y Navarro (Cuevas del Almanzora, 1831-1914), Condesa de la Algaida y marquesa consorte de Almanzora, destilaba poder y generosidad a partes iguales. Fue la marquesa del pueblo para los vecinos de la barriada cantoriana y del Valle que dio nombre a su título.
El eco de sus acciones solidarias resonaba de un rincón a otro de la cuenca del Almanzora cada vez que Catalina visitaba una de sus fincas repartidas entre el Levante y el Almanzora.
Desde Cuevas del Almanzora hasta Tíjola, todos sabían de la marquesa. En 1901 repartió 3.000 panes en Garrucha (donde la iglesia reservaba una capilla para los marqueses) para familias necesitadas. También cedió junto al todopoderoso marqués, Antonio Abellán Peñuela, los terrenos para la construcción de la estación de ferrocarril, que a la postre sería una de las más transitadas de la provincia.
Generosidad e influencia. De igual modo, la marquesa compró las estanterías para el gabinete de Física y Química del colegio de Cuevas del Almanzora, costándole este gesto 2.000 pesetas, una nada desdeñable cantidad. Aunque que si algo le sobraba a la marquesa era generosidad… y dinero.
Se estipulaba que el matrimonio podía ingresar 25.000 pesetas mensuales. Una fortuna para los años a caballo entre el siglo XIX y XX.
Porque, a pesar de todo, la marquesa era una noble. A falta de años para que apareciera Coco Chanel y cuando pocos sabían de la moda parisina, Catalina ya viajaba a la capital gala para ir a la última. Tenía que deslumbrar en los bailes a los que acudía la alta sociedad y que celebraba en su palacete de la calle Leganitos, en Madrid. Las relaciones con gente influyente y la voluntad les permitieron hacer un poco menos pobre Almanzora y su Valle. Por no decir que fueron pieza clave en el desarrollo de la comarca.
Eso sí, si alguien esperaba con ansias la visita de la marquesa eran los más jóvenes. Durante sus estancias en el Palacio del Almanzora, la marquesa repartía caramelos y refrescos desde un balcón a los pequeños que se agolpaban debajo.
Lo hacía desde un balcón que escondía a sus espaldas el Salón de las Conspiraciones. Haciendo honor a su nombre, en esa sala el marqués bendecía o echaba por tierra nombramientos políticos. Pero esas cuatro paredes guardaron más secretos, como las reuniones en las que el marqués consiguió que el tren llegara al Almanzora en lugar de Los Vélez, con todo lo que esto supuso para el desarrollo de la minería en el Valle. Incluso logró cambiar el trazado para que pasara por delante de su palacio en lugar de por Albox. Literalmente. Todo en la misma habitación desde cuyo balcón la marquesa obsequiaba a sus paisanos, retrato del rol que cumplía con eficacia cada cónyuge.
Uno en el control del poder político y económico, otra repartiendo buena parte de los ingresos en obras caritativas y donaciones para la educación o sanidad, ya que hasta su muerte sustentó con 250 pesetas anuales el hospital de Cuevas del Almanzora.
La Marquesa de Almanzora fue el sustento del hospital de Garrucha durante muchos años y el sostén de todos los pobres de ese municipio donde siempre gustó veranear en su casa del Malecón, así como la ampliación del colegio de las Siervas de María en esa población.
Caridad. En el pueblo cuevano recordaron durante un buen tiempo la ayuda que prestó a los damnificados por las inundaciones de 1879. Entre sus acciones también destacan las inversiones para mantener el patrimonio monumental en pueblos del marquesado. Tal era la influencia de los primeros marqueses que su poder propició escenas napoleónicas en la pedanía de Cantoria.
No fue el Papa quien vino a coronar al marqués, pero sí fue el mismísimo obispo de Almería, Vicente Casanova, quien en una fiesta religiosa en el Palacio confirmó a sus hijos.
Hoy 13 de abril se han cumplido 110 años de la muerte de la marquesa. El olvido de su papel protagonista durante décadas para el desarrollo de la comarca y parte de la provincia salta a la vista. Los techos y muros de la que un día fue su casa y hoy es el monumento neoclásico más importante de la provincia se caen. Nadie hace nada para impedirlo. Quizás haga falta una nueva Catalina Casanova para evitar el desastre.
La Marquesa fue dama de compañía de la esposa del rey Amadeo I de Saboya durante el reinado del marido.
Siempre me gusta contar algún chascarrillo de la «Marquesa» como así se le conocía en la zona. Vamos con el….
Era septiembre de 1892 , justo un año después de las inundaciones de Albox en las que la Marquesa donó 500 pesetas. En Albox había una familia, la de Antonio Torres, y habiéndose enterado la Marquesa que este hombre estaba enfermo y en esos momentos no podía trabajar, y como complemento tenía un hijo de corta edad sordo-mudo, fue a visitar a esta familia a Albox y le dijo al padre que si quería, ella se podía hacer cargo de la manutención y educación del niño, además de un donativo para sofocar la imperiosa necesidad económica por la que pasaba esta familia albojense y así aliviar un poco la desgracia que se había cebado con esta buena familia.
Es tan solo un gesto de los muchos que hizo esta gran dama de Almería, Doña Catalina Casanova Navarro, que seguimos recordándola por muchos años que pasen. Por cierto la foto está hecha en la finca Pino Real de Pulpí propiedad de la familia Abellán, la foto es gentileza de Juan Grima Cervantes.

 

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