Sierro descansa a los pies de la Sierra de los Filabres, en la falda norte de esa mole de pizarra. Sus lomas de pendiente suave están actualmente cubiertas por almendrales sin cultivar y por “bolinares” y otros paisajes de matorral semiárido que ocupan las antiguas tierras de cultivo de los cortijos de secano que se han ido abandonando en los últimos treinta años.

Como en el resto del territorio montañoso del sureste andaluz, el agua ha permitido aprovechar de manera más intensiva parte del territorio. Situado junto al río Boloyunta (también conocido como río Sierro), donde éste abandona la estrechez del cauce entre lomas enfrentadas, el paisaje escalonado de Sierro se riega con aguas que proceden del deshielo de las nieves del Calar Alto y con los aportes de los manantiales que van alimentando la corriente. En los cortijos de la sierra también se aprovechan los pequeños nacimientos de cauce irregular, que dan lugar a recogidos enclaves de fertilidad en un ambiente en el que domina la dureza de las tierras de secano.
El paisaje cambia de forma gradual conforme nos alejamos del valle y vamos penetrando en altura a lo largo del término municipal buscando la cumbre de la Sierra de los Filabres. Este cambio se ve acentuado por la acción humana; de hecho, la mayor parte de las zonas son plantaciones de almendros o repoblaciones de pinos.


En Sierro se conservan, en las zonas más elevadas, restos de encinares muy alterados y pinares subespontáneos de pino carrasco que conviven con pinares de repoblación.
Los cultivos en el pueblo se sitúan en las partes bajas y particularmente junto al río, que es justamente donde la topografía es más suave y los suelos mejores y más profundos. Estos cultivos son sobre todo olivar, almendros, patatas y hortalizas.
El factor que explica la localización de los cultivos principales en el fondo del valle es la posibilidad de utilizar las aguas del río para regar los campos, principalmente en verano.
Un complejo entramado de acequias recorre el perfil accidentado de Sierro: del Lunes, del Martes abajo, del Martes arriba, del Martecillo, del Miércoles, del Jueves, del Juevecillo, del Viernes, del Sábado, Alta, Lacuchica, la Huertecilla, la Alhambra y la del Molino.

La del Miércoles, acequia principal del pueblo, recoge las aguas de una presa sobre el río Boloyunta:
Anteriormente había varias presas más, pero en la actualidad solamente queda en activo un dique, puesto que los demás se han colmatado con los sedimentos arrastrados desde las laderas. Esta acequia madre distribuye el agua a los siete pagos en que se divide la vega del pueblo, pagos que reciben el nombre de los días de la semana. Durante los meses de invierno, otoño
y primavera, cuando no hay falta de agua porque a la lluvia se une el deshielo de la nieve, se riega libremente, “cuando se quiere y donde se quiere”, con la única limitación de la vez de cada regante.
Cuando la disponibilidad de agua se reduce, comienzan los “riegos por pago”. Cada pago está dominado por una acequia por la que entra el agua el día de la semana que le corresponde. Dentro de cada pago se puede regar de dos formas: “a pará seca” o “pidiendo la vez”. Cuando se riega a pará seca, los bancales se van regando conforme les llega el agua; los superiores se regarán antes que los situados más abajo. Pidiendo la vez, supone establecer un turno de riego conforme los labradores acuden a sus bancales para regar: comienza el más madrugador, quien echa el agua a la acequia; el
siguiente que llega se pone a la cola, inmediatamente detrás del que posee la vez, y así sucesivamente. En el pueblo no hay Comunidad de Regantes, y las decisiones se toman como siempre se ha hecho, según la costumbre: los regantes deciden regar a pará seca cuando la disponibilidad de agua es alta, mientras que cuando ésta es escasa, se opta por pedir la vez, ya que todos quieren regar ante la escasez, y de esta forma se premia al que verdaderamente muestra interés por llevar a cabo el regadío.

El tiempo de riego de cada regante es proporcional a la superficie de regadío que posea pero, si hay escasez, se puede decidir que el riego sea “por minutos”, de modo que cuando termina el tiempo asignado, el regante siguiente le corta el agua al que estaba regando.
Los cortijos se riegan con el agua procedente de 10 nacimientos, que en muchos casos se encuentran en el interior de minas. Las fuentes dan nombre a los pagos del pueblo situados más allá de la vega, como la Fuente Hernando, la Fuente Martínez o la Juan Santa.
El agua se almacena en balsas que se corresponden generalmente con albercas antiguas que se han venido utilizando por las distintas generaciones de los habitantes del pueblo para el mejor aprovechamiento del recurso. Para regar, se sigue la “tanda”: un período de días que determina la frecuencia de riego entre las diferentes familias que forman la cortijada.

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